miércoles, 20 de enero de 2010

DIOS HA VENIDO...










Me gusta mucho el cine. No soy para nada una experta, pero me encanta. Una película que puedo ver sin cansarme es MEMORIAS DE AFRICA. Preciosa la trama, la fotografía, la música... me emociona la intensa inexpresividad de Meryl Streep, y por supuesto es uno de los papelones de Robert Redford, pero lo que más me gusta de esa película con diferencia es el personaje de Farah, interpretado por Malick Bowens. Para quien no se sitúe, es el mayordomo negro de la Baronesa Blixen, y la persona que está más cerca de ella, desde el momento que llega a Kenya.


Las reflexiones de este personaje son apabullantes, podemos elegir muchos ejemplos, hay uno que encuadra a la perfección el concepto de Destino de esta gente. Cuando la Baronesa cruza el desierto en plena guerra para llevar provisiones al campamento de su marido, un león aparece una noche tratando de llevarse una vaca. La baronesa lo ahuyenta a latigazos, pero la vaca muere, y ella se llena el cuerpo de espinas. Farah trata de curarla y le dice,


"Msabu herida, ya no tiene su buey. El carro, pesado. Ya no tiene su buey. León, hambriento. Ya no tiene su buey. DIOS CONTENTO, MSABU. JUEGA CON NOSOTROS".


Se habla mucho de Dios en esta película. Karen dice que Denys le enseñó el mundo con los ojos de Dios, cuando la lleva por primera vez sobre Africa con su avioneta. Pero la frase definitiva para mi la pronuncia Juma, el pequeño cocinero al que Karen había curado la pierna. La plantación arde por los cuatro costados, la factoría se quema y Juma despierta a Karen diciendo, "Msabu, Dios ha venido".

Esta frase me vino a la cabeza hace una semana, cuando la tierra tembló y borró del mapa un país completo, un país que no difería demasiado en cuanto a personas, actitudes y expectativas de la Kenia de Memorias de Africa. Quizá sí que pasaba más hambre. Dios vino, de la mano de un terremoto terrorífico, y no dejó piedra sobre piedra. Vino el Dios de las plagas, el del Antiguo Testamento, y sepultó con su furia a los pecadores, a los niños, a las madres, a los enfermos, a los que fueron allí a ayudar en lo que podían, a los malos y los buenos, los que dormían y los que trabajaban, como si del anuncio de la coca cola se tratase.


Dios vino, y antes de marcharse, añadió tres cucharadas de caos y cuatro de desesperación, repartió machetes, sed, hambre, violencia y una profunda indiferencia por el precio de una vida humana. Desde el principio de los tiempos los haitianos han resuelto sus asuntos a machetazos. Lo hacían en Africa, y lo siguieron haciendo en Haiti, se hicieron libres a golpe de machete, y mantuvieron el precario equilibrio de la isla por el mismo sitema. ¿Por qué ahora no iban a buscar agua y alimentos con las mismas armas?


Dios ha venido y ha organizado tal desastre que ni bomberos, ni religiosos, ni marines, ni cruz roja son capaces de poner allí un poco de cordura. De vez en cuando se obra un milagro, y aparece un niño, un bebé, una anciana, que han pasado seis, siete, ocho días bajo los escombros. Pero la realidad es otra, las ciudades están sembradas de cadáveres que nadie reclama, de cuerpos sin vida que a nadie le importan, porque el estómago es lo único a lo que uno obedece cuando le desespera el hambre. Por eso hay que ir fusil en mano, para darles de comer quitándoles los machetes.


Dios ha venido, y yo la verdad es que no entiendo por qué en este caso no se quedó en su casa.


https://www.cruzroja.es/pls/portal30/portal.donante.donativo

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